martes, 11 de enero de 2011

DETRÁS DE CADA PETER PAN HAY UNA WENDY

Para continuar con la publicación anterior hablaremos de otro problema añadido de la negación de crecer y madurar ya  que la actitud de estos adultos de cuento (Peter Pan) está más centrada en recibir, pedir y criticar que en dar, por lo cual  tienen un deseo enorme de que los demás cubran sus necesidades de modo que en numerosos casos surge una figura que desarrolla el rol de madre protectora; aparece así en el SÍNDROME DE WENDY. Este síndrome hace referencia a la necesidad que tiene una persona de satisfacer al otro. Este síndrome no se considera una patología clínica, lo que no quiere decir que con el paso del tiempo se acaben produciendo desajustes y sufrimiento tanto en la persona que lo sufre como en quienes le rodean.
                No hay un patrón fijo de personas con mayor incidencia aunque se sabe que se da en mayor número en mujeres que en hombres, esta diferencia entre los sexos puede ser debida, entre otras cosas, a la cultura en la que estamos inmersos. Queramos o no, todavía sigue siendo la figura de la mujer  quien tiene más peso en el cuidado de los miembros de la familia y esas ideas que se nos inculcaran en el proceso educativo tienen su expresión en la vida adulta. Y es que el Síndrome de Wendy no depende de un solo factor, sino de un conjunto de variables, entre las que destacan el cuidado recibido,la educación absorbida, la personalidad propia y las circunstancias que rodean a la persona. No obstante, ninguna de estas variables por separado sería la responsable de su aparición.
Entre las aptitudes adoptadas encontramos: Sentirse imprescindible, entender que el amor es sacrificio y resignación, evitar a toda costa que alguien se enfade, intentar continuadamente hacer feliz a la pareja,  insistir en hacer las cosas por la otra persona, convertirse en un progenitor o progenitora en la pareja y que periódicamente acusa a su protegido de abusar de su buena fe, aunque tampoco hace nada para cambiar la situación.
                La  superación de este síndrome va a depender de la capacidad de la persona de reconocer que sus conductas son equivocadas. Deben reconocer sus propios miedos y a partir de ahí aprender a tener su propio sitio. Norwood propone un programa de recuperación en 10 puntos:
1. Buscar ayuda profesional.
2. Hacer de la recuperación una prioridad vital absoluta, lo que implica hablar abiertamente con la pareja sobre la situación.
3. Buscar un grupo de apoyo formado por personas que entiendan el problema.
4. Desarrollar la propia espiritualidad mediante la práctica diaria, a través de la meditación u otro medio que promueva la calma.
5. Dejar de manipular y controlar a los demás, incluyendo no dar consejos y directrices que no nos han pedido.
6. No engancharse a los juegos de pareja con papeles de rescatador, perseguidor o víctima.
7. Enfrentarse a los propios problemas y defectos, ya que a menudo tratamos de reparar los de los demás para silenciar los nuestros.
8. Cultivar lo que se necesita desarrollar en uno mismo, sin esperar a que la pareja cambie para poder realizarse.
9. Volverse lo bastante egoísta para situar nuestro bienestar, trabajo y prioridades en primer plano.
10. Compartir con los demás lo que hemos experimentado y aprendido, para ayudarlos y no repetir los mismos errores.

En resumen, se trata de acabar con el cuento que nos impide ser personas libres y autónomas.

“Existir es cambiar; cambiar es madurar; madurar es
   seguir creándose a uno mismo sin fin”
Henri Bergson

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