viernes, 7 de enero de 2011

CREEMOS NUESTRO MUNDO. SÍNDROMES DE CUENTO

En ocasiones la vida nos impone situaciones que nos gustaría olvidar después de haber vivido o incluso huir de ellas antes de que estas sucedan; pero cuando ninguna de las opciones es posible muchos crean su propia vida, una vida en la que el escritor es el personaje principal, de modo que él narra su propio destino en el mundo elegido. Estas son sensaciones que todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas, ya que soñamos dormidos y también con los ojos abiertos, pero en un abrir y cerrar de ellos, estos nuevos mundos paralelos al real se esfuman. Son estos momentos oníricos los que nos demuestran  que vivimos en un mundo que contiene muchos otros mundos posibles y tener claro esto es la mejor vacuna para luchar con síndromes que nos señalan los límites de la percepción humana. Nuestro pasaporte a todos ellos es la amplitud de horizontes y admitir que la verdad es un territorio fronterizo cuyos límites cambian según la posición del observador.
Algunos de estos síndromes deben su nombre a la literatura como por ejemplo el SÍNDROME DE PETER PAN, cuando los humanos no saben crecer
La infancia es una etapa de felicidad, en la que no se tiene conciencia de la existencia de problemas, ya que otros (padres, maestros, abuelos…) los solucionan por nosotros. En la adolescencia se va produciendo un cambio de mentalidad y de toma de conciencia sobre las responsabilidades. Es en este momento cuando cada persona debe dirigir su vida a la dirección que prefiera, pero algunos adultos, sobretodo hombres, que han llegado a la treintena o incluso rondan la cuarentena de años continúan comportándose como niños pequeños o adolescentes y no son capaces de tomar la responsabilidad de sus actos.
Estas personas son seducidas por el  País de Nunca Jamás (juventud) que tiene idealizado y no o están hechas para la vida adulta, no se pueden comprometer, ya que creen que será un obstáculo para su libertad y  aunque llevan una vida profesional exitosa, en su vida se siguen comportando como adolescentes, es decir, egocéntricos, irresponsables y ávidos de la última diversión. Ellos se niegan a crecer presentando una marcada inmadurez, inseguridad y gran temor a no ser queridos o amados por lo se esconden detrás de excusas o mentiras para disimular su incapacidad para crecer; suelen hablar de fantásticos proyectos, negocios increíbles, grandes aventuras amorosas… Estas fantasías (mayormente imposibles de cumplir) les permiten eludir sus responsabilidades y poder culpabilizar a los otros de las cosas negativas que les ocurren.
 Usualmente estas personas parecen ser seguras de sí mismas e incluso arrogantes; sin embargo, esto es solo una coraza para ocultar sus verdaderas inseguridades e indecisiones. Otro síntoma suele ser que esta persona se siente permanentemente insatisfecha con lo que tiene pero no toma iniciativas para intentar solucionar su situación. Diríamos que es una persona que lo quiere todo pero no desea esforzarse para lograrlo.
Generalmente estas dificultades tienen su origen en la niñez, cuando el pequeño experimentó una carencia afectiva (objetiva o subjetiva) o por el contrario una sobreprotección, de modo que al crecer estas personas continúan sintiéndose desprotegidas y angustiadas frente a lo desconocido. Ante la imposibilidad de encontrar la fuente de la eterna adolescencia, parte de los hombres de la sociedad actual han optado por anclarse en una juventud que si no física, si les garantiza la psicológica y además la comodidad de afrontar el día a día sin ir más allá, una especie de carpe diem  cuya problemática aumenta proporcionalmente con la edad física del individuo. La mejor manera para ayudarlos es hacer que se enfrente a la realidad y asuman las consecuencias de  sus comportamientos y decisiones. Ante sus quejas y lamentos debe motivárseles a que tomen iniciativas proactivas para cambiar la situación y no asumir en su lugar la responsabilidad por el cambio.
Sin lugar a dudas, todos tenemos nuestro lado infantil y acabar con él de manera absoluta sería bastante demencial. Pero debemos tener claro que este Peter Pan interior no puede impedirnos crecer, asumir la responsabilidad por nuestras decisiones y continuar el camino hacia la adultez. Por mucho que pueda pesar, el paso del tiempo es ineludible y nadie escapa a él, ni siquiera estos Peter Pan modernos.
“La casa de un hombre puede parecer un castillo desde fuera;
  por dentro es a menudo su guardería”
Clare Boothe Luce

2 comentarios:

yolanda dijo...

El blog resulta muy interesante , hace que conozcamos diferentes sindromes que padecen personas que no encontrariamos respuestas a sus actos si desconocemos que se trata de una enfermedad ,casi todas por trastornos psicologicos .
Exhorto a Luis y Eva que sigan trabajando en ese sentido .Animo y seguid informandonos , para seguir aprendiendo con ustedes.

Nayra dijo...

Muy curiosa la información y muy interesantes los temas que se tratan. Datos y diseño tratados con entisiasmo. Yo también les animo, Luis y Eva, a seguir completando este blog de esta forma. :-)

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